Las
burbujas se deshacen, explotan
y dibujan un halo en el aire con su espuma
y sus gotas turbias.
Pasan
unos ojos azules que me nublan
y
pasean su aroma por todos los rincones
donde
millones de constelaciones
la
contemplan agolpados,
esperando
su paso templado
que
enamora hasta las rocas.
Sube,
baja y se fija
donde
las estalactitas y las telas de araña anidan
y
manda señales que avivan
la
llama de los corazones que la miran.
Juega
al soñar,
al
caminar, camina
y
la energía que la mueve
emerge
de algún lugar
donde
se enciende la paz
y
la alegría.
Alimenta
los cuerpos templados
con
sólo mirar,
pero
su pan va más allá de ésta cita.
Y
más para acá, porque me incita
a
escapar de la realidad en que habita
para
seguirla a cualquier lugar.
Huele
a madera, canto y vajilla,
a
gente que grita, círculos concéntricos
y
hojas de uva.
A
negro y púrpura.
A
luz que hace del azul su ruta
y
de la tempestad su dulzura
y
su hogar.
Ambas
son caras de la verdad
o
de la mentira,
pero
no para de hablar,
qué
locura!
Habla
su ropa, su talismán, sus zapatillas.
Sin
más afán que dejar pasar
su
antorcha y su vida
para
encontrar en las cosas sencillas
las
maravillas que en ellas se ocultan.
Qué
hermosura!
Y
éste rato largo que viene y va,
que
danza y se gira,
cuando
fija su aguja en mi envoltura,
me
traiciona el desparpajo subliminal
y
salto de la desidia a la cordura
para
decirla Te Amo, vida mía.
Y
ella me responde segura,
con
un canto al hablar,
ven
ahora o no vengas nunca.
Y
voy para amar.
Ella me empuja.
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