La vega de Toro.
Partí de la extensa vega
que baja y larga se erguía
en la inmensa lejanía
de un horizonte cualquiera.
El río sinuoso lleva,
con chopos y juncos de guía,
su cauce de aguas sumisas
alimento a sus guareñas.
Se ve pasto y sudor.
Se ve verde y calor.
Y esa pausa en mi alma cuando se unía
a su haz de colores en la tarde fría.
Partí de la hermosa vega
donde hasta Roma erigía
sendas y óculos vigías
de girasoles y cepas.
Partí de mi edad primera
de azúcar, juegos y hermitas.
De vino, pinos y fincas,
de puestas de sol y estrellas.
Se ve aroma y olor.
Se ve arena y amor.
Se ve niñez, familia, amigos y risas
y una entrañable sensación de alegría.
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