viernes, 7 de noviembre de 2014

EL ARROYO






Sigo atento la estela del arroyo
que refleja en su cauce mi interior,
que calma mi mirada con su silencio constante
y comparte su sonido incesante tan solo en la profundidad.
Porque él sabe que si no da,
se muere.


Ojalá pudiera vivir de su fragancia.
Ojalá supiera sentir su aliento de eternidad.


Trabajaría por ir a su ritmo,
porque es el ritmo de la tierra
y así amaría su vida y su valor.
Sentiría la dulzura de su mano cuando,
 sobre el canto rodado,
 el viento, silbando, me seca.

Soñaría acurrucado a su lado,
entre la hierba y las estrellas
esperando el siguiente resplandor.
Sin ocultar mi desnudo al despertar
para que el viento juegue con mi pelo
y agriete mi piel el sol.
  
Vería fluir en la mañana
el agua que mece en la noche mi dormir. 
Sería yo como la paz del campo que lo acompaña
y descansaría en su alegría fresca y en su razón.


Y hoy sería mi única memoria de mañana
que recordaré como oración de libertad.
Ojalá supiera vivir de su fragancia.
                             Ojalá pudiera sentir su eternidad.







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