que
refleja en su cauce mi interior,
que
calma mi mirada con su silencio constante
y
comparte su sonido incesante tan solo en la profundidad.
Porque
él sabe que si no da,
se
muere.
Ojalá
pudiera vivir de su fragancia.
Ojalá
supiera sentir su aliento de eternidad.
Trabajaría por ir a su ritmo,
porque
es el ritmo de la tierra
y así
amaría su vida y su valor.
Sentiría la dulzura de su mano cuando,
sobre el canto rodado,
sobre el canto rodado,
el viento, silbando, me seca.
Soñaría acurrucado a su lado,
entre la
hierba y las estrellas
esperando
el siguiente resplandor.
Sin
ocultar mi desnudo al despertar
para que
el viento juegue con mi pelo
y
agriete mi piel el sol.
Vería fluir en la mañana
el agua
que mece en la noche mi dormir.
Sería yo como la paz del campo que lo acompaña
y descansaría en su alegría fresca y en su razón.
Y hoy
sería mi única memoria de mañana
que
recordaré como oración de libertad.
Ojalá
supiera vivir de su fragancia.
Ojalá
pudiera sentir su eternidad.
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